De Abelina y más
Isidro Bautista Soriano
Ahora que Abelina López Rodríguez, presidenta municipal de Acapulco, estalló ante periodistas por la violencia ahí resurgida, es, una vez más, propicio desear que ojalá, ojalá, los nuevos gobernantes de Guerrero recurrieran para desempeñar mejor sus cargos a la sabiduría de lo alto, como la que tuvo Salomón, cuyo reino fue firme en gran manera.
El hijo de David, de quien por su muerte fue sucesor, cuando se le preguntó que qué deseo pediría para sentarse en el trono, no dudó, en contestar, de inmediato, con la palabra sabiduría, porque “no sé cómo entrar ni salir”, en “un pueblo grande”, por lo que su petición fue “un corazón entendido para juzgar y para discernir entre lo bueno y lo malo”.
Y se le concedió “un corazón sabio y entendido”, de tal forma que gobernó lo que hoy es el país de Israel por cuarenta años. Sus impulsos, su carne, lo hicieron fallar por tener 700 concubinas y 300 esposas, cantidad a la que, por cierto, ningún otro hombre ha llegado hasta estos días.
Si el hombre más sabio del mundo, el hombre que escribió el libro de Proverbios de la Biblia, falló, entonces ¿qué puede esperarse de los demás gobernantes? El mismo Salomón aconsejó apartar la perversidad de la boca, y que los ojos miren lo recto, y que los párpados sean dirigidos hacia lo que se tenga adelante, y miren en qué terminó.
Al Guerrero bronco se le suma actualmente la delincuencia organizada como talón de Aquiles, que surge o resurge en cualquier minuto, en donde menos se espera. Es el peor cáncer de ricos y pobres, de gobernantes y gobernados, que no distingue, pues, nada para imponer su Ley, incluso sobre infinidad de alcaldes, sin importarle el partido político al que pertenezcan.
Lo hecho en Iguala con Ayotzinapa, fue un síntoma de la falta de capacidad de sabiduría para tener todo el control humanamente posible del timón de gobierno, y que derivó en la caída de Ángel Aguirre Rivero como gobernador, como quizá hubiera ocurrido con algún otro que ocupara entonces ese puesto, y de la que todavía el político ometepequense no se levanta plenamente.
Guerrero es un campo minado en sus cuatro puntos cardinales, y los nuevos gobernantes, particularmente los presidentes municipales, aparecen arrogantes y vanidosos, hasta con una escoba en manos, como si se les hubiera elegido como barrenderos. Tienen, la mayoría de ellos, el cargo como juguete nuevo.
Evelyn Salgado Pineda, la gobernadora, ha actuado con toda prudencia, sin tropiezo alguno, contrario a los exabruptos como el de López Rodríguez, a quien poco le faltó para echar encima pólvora en la humanidad de los periodistas; es decir, echar más leña al fuego que ha consumido el patrimonio de los acapulqueños.
Deben establecer una ruta para su trienio de menos a más pasos para poder terminarlo, y no verse con ganas de comerse en un día al mundo, dejándose llevar por los impulsos en vez de pensar al menos dos veces lo que hacen o dicen.
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