Isidro Bautista Soriano

Basta de minimizar la ola Covid 19, o como usted quiera llamarle. ¿No que la salud es primero? ¿No que la salud es la vida? ¿A alguien le sirve tanto dinero sin salud?

Parecen preguntas tontas, pero no lo son.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ahora tomó el toro por los cuernos: de inmediato se hizo la prueba, y también de inmediato se aisló.

Le cayó el veinte horas después de coincidir con algunos en el sentido de llamarlo “covidcito”, aunque su estado de salud no ha pasado a mayores (ni lo deseamos, desde luego): mostró instantáneamente en un video que su oxigenación está al 96 por ciento, y su temperatura en 36.1 grados; claro, es el Presidente, y es de suponerse que está sometido a cierta alimentación y a constante observación médica, de tal forma que sus síntomas aparentemente son mínimos.

¿Por qué no preocuparse más de un problema de la vista que en comprar el mejor celular? o vaya ¿por qué no comprar más frutas o verduras en lugar de saldo para sus datos móviles?

Cuando sospecha uno de que le faltan cien o mil pesos en su cuenta, corre de inmediato a verificarlo en el banco, y ¿por qué cuando comienza el dolor de muela, no corre igual al dentista? La gente se va más por el confort que por la calidad de su salud.

Y por lo que toca al gobierno, la mayoría se lamenta, más no previene. Hasta que llega el agua al cuello, busca cómo desazolvarla, así como aquél que dice: la policía siempre llega al último.

Habrá que poner en práctica esta máxima: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.

México veía que su vecino Estados Unidos y otros países cerraban sus aeropuertos por Ómicron, y seguía con el semáforo verde en sus pistas, hasta que pilotos y azafatas enfermaron.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se burló del virus, y su país llegó a convertirse en el segundo del mundo con más contagios y muertos; decía que se trataba de una fantasía, y por poco muere infectado.

En estas fechas, presidentes municipales, más por protagonismo, rinden informe por la labor que han hecho en sus primeros cien días de ejercicio constitucional, vamos de una labor de simple administración, pues quisiéramos calificarla como de un verdadero gobierno, de un ejercicio de autoridad, de imponer la legalidad, de velar por la salud, como si se tratara de un enfermo, de velarlo, de cuidarlo, hasta donde sea posible.

Sin embargo, se les ha visto más preocupados por lo material. Lo bailado ni quién lo quite, dicho con todo respeto. Los que lo han rendido han hablado bonito.

No hay de ellos recomendaciones médicas ni en redes sociales, ni en lonas, ni en radio, ni en televisión, menos en espectaculares.

Este lunes 10, de 153 personas examinadas en el Zócalo de Acapulco, 64 aparecieron con el virus. ¿Ya habrá puesto la alcaldesa Abelina López sus barbas a remojar? En Chilpancingo, el mismo día, hubo fila inusual de burócratas para la prueba Covid, y la presidenta municipal Norma Otilia Hernández ¿ya habrá pensado en actuar como lo hizo afanosamente con la recién concluida Feria de Navidad y Año Nuevo?

Sostiene la OMS que “la mejor manera de prevenir y ralentizar la transmisión es estar bien informado sobre la enfermedad y cómo se propaga el virus”.

La gobernadora Evelyn Salgado Pineda publicó ya un acuerdo mediante el cual endurecen las medidas preventivas en todo Guerrero. Encabezó el lunes anterior la ceremonia de izamiento de la bandera nacional más rígida de todas las que ha presenciado.

Este virus, bajo cualquier variante, es el foco rojo de todo gobierno. No hay bola de cristal para medir sus consecuencias. Tampoco la hay para mirar quién cae primero. Ómicron no será la última variante del Covid.

Más vale prevenir que lamentar. Que no pase como aquella persona que hasta al último tuvo que deshacerse de sus bienes para atenderse, o de aquella que ya de moribunda se encomendó a Dios, y no desde el principio, porque muchos casos de salud no se resuelven con dinero ni con buenos deseos.

isidro_bautista@hotmail.com