Ser progre
Mayra Martínez Pineda *
El pensamiento libre, progresista, siempre es el indicado para mover a las masas a conseguir mayor respeto de los derechos humanos, finalmente vivir en sociedad requiere de un esfuerzo constante por idear un mundo mejor para toda la gente; es la utopía de la felicidad lo que nos mueve.
La injusticia social es la gran enemiga a vencer en todas las historias de todas las naciones, que han conseguido erradicar la esclavitud y consolidar patrias libres al menos en “papel”.
De ahí el concepto de “progres”, nacido en España entre los años 1970 y 1980; surgió como una tribu urbana formada por jóvenes de clase media o media-alta y con ideas de izquierda; sin embargo, de izquierda o derecha, los progres, en diferentes momentos, definieron las rutas; por “progres” las mujeres votamos, por “progres” hay instituciones y leyes que infieren democracia… Ser “progre” hoy día, es una alta responsabilidad, se necesitan “progres”, hay vacantes en todos lados, pugnamos por “progres” con ideologías un poco más honestas.
El sociólogo de la Universidad de Navarra Mario Gaviria cita lo siguiente: “hoy en día el progre es quien defiende el Estado. Su lema es libertad, igualdad y seguridad social. El auténtico progre es quien paga sus impuestos sin rechistar para exigir que los servicios públicos sean de calidad. No quiere menos Estado, sino un Estado que funcione”.
Aquí está el punto, los derechos humanos están definidos, la democracia existe, las tecnologías y el acceso a la información abren puertas aún más grandes para el pensamiento progresista, sin embargo, ¿qué pasa con países como el nuestro donde a pesar de tener millones de habitantes con ideologías de avanzada vamos en picada con los problemas de justicia social y no hemos logrado erradicar la corrupción? ¿Qué las y los progres constitucionalistas no fueron claros al dejarnos un correcto instructivo de cómo vivir en México?
Aún defendemos a la patria libre, aún queremos mejores salarios, educación para el pobre, cultura para todas y todos. Trabajamos más que en Canadá o Noruega y ganamos menos, porque la percepción salarial es un tema que debemos reorganizar. Tenemos acceso a salud y educación, pero no hay servicios públicos de mayor calidad. ¿Entonces qué sucede?
La gran paradoja de la vida en países como el nuestro tiene una respuesta llana: se requieren ciudadanías, ¡sí! De tiempo completo, no electores, no de un día para procesos electorales, sino con compromiso diario por conseguir reformas que garanticen de verdad, la paz social, estabilidad, armonía. Y para el caso, se necesitan gobiernos progresistas que hagan funcionar a las instituciones, que haya gobernanza, estado de derecho; y ahí está la tarea de “progres”; ayudar en la construcción de ciudadanías, empezar a consolidar un nuevo pacto social.
Ser “progre” entonces debe ser convicción. Los movimientos feministas y aquellos de defensa de las minorías por los derechos humanos son de derechos progresistas, vayamos en la idea de la igualdad y el respeto a las instituciones.
*Maestra en prevención de violencia de género por la Universidad de Salamanca, España