Ayotzinapa ¿hasta cuando?
Isidro Bautista Soriano
El caso de Ayotzinapa cambió de página este lunes 28, por el tercer informe dado a conocer por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), con un nuevo capítulo, como si fuera una historia sin fin, en el que todo mundo sale ganando, unos, como productores y actores (por cobrar de las entradas), y los otros, entretenidos, como espectadores.
¿Cuántas ganancias podría haber en este asunto que a todas luces parece una trama, sólo viéndola de lejos, como mejor se ven los toros?
Con el clamor de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, por citar un ejemplo, ¿cuántas veces han sido tomadas las casetas de peaje, o mejor dicho: cuánto se habrá obtenido por cobrar “cuotas voluntarias” a los automovilistas a cambio de cederles el paso?
¿No fue precisamente por eso que acaba de promulgarse una ley para endurecer las penas de ese tipo de “tomas”, pues ha representado para el gobierno una enorme pérdida económica, con la que cientos de familias pueden vivir desahogadamente como si fueran pensionadas?
Los hechos, que no sólo son lamentables, sino condenables por donde quiera vérseles, ocurrieron en septiembre de 2014, y parece que no han transcurrido, desde entonces, casi ocho años, sino semanas, porque avances, lo que se dice avances, definitivamente, no los hay, si se toma en cuenta que la demanda principal de los padres de los 43 normalistas desaparecidos, que es la de saber su paradero, está en cero, ministerialmente.
Y mientras esté en cero, la demanda sigue como bandera a toda asta, y retomada por Ayotzinapa cuando lo decida, igual como lo ha hecho en Guerrero, en el resto de México y en el extranjero.
Es un suceso que para la sociedad que no tiene partidos o intereses políticos, representa como una telenovela que deja muchas regalías. ¿Qué cantante, compositor o productor del celuloide ha de desear que sus creaciones tengan fin?
Hasta los miembros del GIEI tendrán más trabajo, con este giro. Ya hay otro motivo –por no decir pretexto o argumento– para mantener en alto las distintas modalidades de protesta sujetas, indiscutiblemente, a negociación.
Este martes, en la Ciudad de México, los líderes de siempre de dicho movimiento hablaron de su intención de sentarse a platicar cuanto antes con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
¿Para qué? ¿Qué caso tiene? ¿Otra vez para lo mismo? Dirán: señor, y ahora ¿qué hay con esta nueva versión? No se han de creer que él tenga otros datos, como que ya sepa más o menos dónde termina el hilo negro.
¿Por qué hasta tres años después aparece este video? En realidad, por cierto, no se alcanza a ver, primero, que se trate de marinos, y segundo, que estén en la comisión de delito o delitos, al menos lo que se exhibió al público, que volvió a estirar el cuerpo para tomar nuevo asiento.
¿Cuántos videos ocultos o reservados faltan por filtrar?
Los peces gordos, como Murillo Karam, ex procurador general de la República, o el propio ex presidente Enrique Peña, andan sueltos. Puros charales hay o ha habido en prisión.
Tres años más, y el caso –dicho con todo respeto– sigue estancado. Comisiones de la Verdad van y vienen, y todo cae en lo mismo: cero.
El señalamiento hecho ahora de que el Ejército mexicano tuvo participación en la desaparición de los 43 no es nuevo, como tampoco la simulación en las investigaciones.
Ayer madres y padres de los estudiantes se presentaron ante medios de comunicación para exigir que se abra otra carpeta de investigación, sí, en especial para el Ejército.
Mario González, que se identificó como familiar de los 43, aseguró que las instituciones sólo han jugado, y reconoció que apareció hasta un decreto para la entrega de toda la información del caso.
Admitió que hubo montaje de escena para ingresar al cuartel militar de Iguala sólo para tomarse la foto con el comandante en jefe.
Lo importante es saber de los 43. Mientras, ante tantos problemas, sobre todo de inseguridad, hay buen distractor.
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