Mayra Martínez

Soy feminista. Pero eso no significa que odie a los hombres, que crea las absurdas teorías de que “todos son iguales” o que las mujeres somos superiores.

Soy feminista porque tengo la convicción de que este movimiento que pide para la mujer el reconocimiento de capacidades y  derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres, se den en igualdad de oportunidades y sobre todo que la asignación de roles cambie, porque es la puerta para enmendar a la justicia social; no es sólo la igualdad, es la equidad, el diálogo, los acuerdos.

La violencia de género, principalmente la doméstica, no viene de un hombre por el simple hecho de serlo, es un constructor y hay que derribarlo.

De cara entonces a la estadística nacional en donde hay altos índices de violencia, principalmente doméstica, debemos sensibilizarnos en el tema, y mucho tiene que ver la formación de cada hombre y mujer desde los primeros años de vida, se trata de cómo nos construimos como personas, de qué valores son los que nos envuelven. ¿Quién asume la responsabilidad de los odios que se engendran, de los señalamientos que se hagan a las mujeres, de las discriminaciones por razones de género?

La respuesta es sencilla, cada persona se construyó con las ideas que le inculcaron, sea hombre o mujer, depreciará lo que le hayan instruido con ejemplos se deba depreciar y habrá una lucha de poder por aquello que le hayan dicho le pertenece.

Soy feminista y salgo a las calles con muchas otras como yo, en búsqueda de respuestas para equilibrar esta situación, o desde las instituciones para incidir; aplaudo a quienes ya están formando a las nuevas generaciones con otra visión de lo que somos, una más humanista y menos machista, que respeta a ambos géneros, que no señale sino aporte, porque el género humano debe ser solidario, pues la historia nos demuestra que los odios sólo llevan a la extinción, ser feminista no se trata de pelear porque a las mujeres se nos debe ahora dar todo por el simple hecho de ser mujeres, se trata de enmendar una balanza que se inclinó siempre al privilegio de un solo género; que mi género no sea un obstáculo para ocupar encargos y el género masculino no les prohíba la hermosa experiencia de formar a sus hijos e hijas o cuidar de su casa si lo desean; que ninguna mujer esté expuesta a la muerte en su propio hogar por un hombre machista, que seamos libres de elegir, que comprendamos también que ninguna persona es dueña de otra, que la sexualidad de cada persona se respeta, se trata incluso de empezar a hablar de construcción de personas.

De personas en igualdad.