Al César lo de César, y a Dios lo de Dios
Isidro Bautista Soriano
¿Por qué tanta ocupación de los obispos José de Jesús González Hernández y Salvador Rangel Mendoza en asuntos de delincuencia?
Apenas, para su evangelio de este martes 3, en su cuenta de Facebook, la diócesis Chilpancingo-Chilapa, a la que ambos pertenecen, escribió justo al principio del texto: En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.
¿Por qué no recurrir entonces a la oración, si realmente quieren la paz o si ya no desean el nivel que ha cobrado esta violencia?
Sin necesidad de conocer la Sagrada Escritura, como ellos la conocen, en casi toda su vida, tanto en escuela como en sus ministerios, en lo teórico y en lo práctico, cualquiera puede pensar en que Jesús es el camino, como señala su cita bíblica, para resolver todo problema.
Si Dios creó el cielo y la tierra en un abrir y cerrar de ojos, o si abrió el Mar Rojo para que a pie lo cruzaran en seco más de medio millón de hombres que sacó de una esclavitud que éstos veían interminable, ¿por qué no le piden que les conceda su deseo, en vez de andar en busca de un premio Nobel?
Moisés, cuando los tenía encima exigiéndole agua, porque morían de sed, no se ocupó en buscar pico y pala para ponerse a escarbar en pleno desierto, sino dobló sus rodillas, e invocó a Dios, y Dios sació la sed alrededor de cuarenta años que duró su travesía de Egipto a lo que hoy es el país de Israel.
Caminaron y caminaron lejos, muy lejos, de donde estaban los árboles frutales, el ganado, el río Nilo que aún atraviesa el norte de Africa, y siempre fueron proveídos desde lo alto, al que tendían sus miradas.
Obvio, Moisés estaba en obediencia de su Señor. Nunca se confabuló con maleantes, ni nunca mintió, ni nunca robó, ni nunca fue libidinoso. Nunca recibió mochadas. Nunca se corrompió. Nunca murmuró, ni nunca anduvo en indiscreciones. Por eso tuvo el lujo de hablar con Dios cara a cara, cuatro décadas.
Nunca se encomendó al hombre, a un ser humano para acabar con una injusticia, para acabar con una esclavitud de 430 años. Nunca fue a ver al gobernante o al faraón egipcio, a decirle: señor, ya basta de tanta injusticia contra el pueblo hebreo. Él hizo la voluntad de su Señor, lo que le iba diciendo día a día. Él recurrió a la oración, claro, llevando una vida íntegra, intachable, irreprensible.
Y ahí está hoy el resultado de su fe: un país donde fluyen leche y miel.
¿O no fue escuchado también el rey Ezequías cuando pidió por su pueblo, para que los librara de una amenaza violenta, de tal manera que desde el cielo fue eliminado el campamento de 185 mil soldados enemigos (asirios) que lo acechaba? Este rey no buscó a su par gobernante para rogarle que se retirara con su maldad.
Y así hay infinidad de ejemplos ampliamente predicados por la Iglesia Católica en la que se reconoce o se afirma que Dios todo lo puede. Por eso uno se pregunta por qué recurren al hombre.
¿Por qué andar detrás de la cabeza del gobierno, por qué tratar de hacer un trabajo que le corresponde al mismo gobierno o al Estado mexicano? ¿Por qué entonces no hacen lo mismo con la contaminación del ambiente, que también mata, ahora que por cierto vuelven a la moda los incendios forestales?
Cualquier ser mortal estaría con la idea de que dejaran que la autoridad haga su trabajo, que para eso se le pone o para eso se le paga.
El mismo Jesús dijo: “Pues bien, devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios”.
Además, en el texto de su Facebook, citando a Juan 14:6-14, aparece escrito del Hijo de Dios: “Si creéis en mí, haréis obras grandes y se os dará lo que pidáis en mi nombre”, les dice. El reto está ahí, y las claves para lograrlo apuntan a Jesús mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
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