Sin bullying
Mayra G. Martínez Pineda
Persiste el bullying en nuestro país, siempre ha existido; muchos sobrevivimos a la llamada “carrilla”, sin embargo, no son los mismos tiempos y hay que identificar claramente a posibles homicidas en potencia. La violencia de este tipo está cobrando vidas inocentes y es tiempo de estar alerta y fomentar medidas cautelares.
El anglicismo bullying se utiliza para nombrar la intimidación, acoso o práctica de actos violentos, intencionales y repetidos, contra una persona indefensa, causando daños físicos y psicológicos. El término viene del inglés bully que significa tirano, brutal. Este tipo de violencia es cometido por una o más personas, con el propósito de intimidar o agredir a la víctima.
En México de 2016 a 2021, el porcentaje de estudiantes que dijo sufrir algún tipo de violencia pasó del 30% al 40%, según cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Las muertes de infantes y jóvenes por esta razón, se han documentado.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México llegó al primer lugar internacional en este problema en el año 2014, pues 18 millones 781,875 alumnos de primaria y secundaria, tanto en escuelas públicas como privadas, sufrieron acoso escolar. Según la Cepal (Comisión Económica para América Latina), entre los siete y los 14 años se presentan las actitudes más violentas en niños y a la fecha no hay ninguna política pública que esté atendiendo a fondo el tema.
Desde la muerte del menor Héctor Alejandro Méndez, de 12 años, en Tamaulipas, a manos de sus compañeros hace casi una década, convertida sólo en una estadística más que refleja que a pesar de tener ya leyes que atiendan la materia no están funcionando, ya nadie toca el tema como bandera. En el Senado el tema estuvo latente, la senadora Angélica de la Peña anunció en ese momento que la Comisión de Derechos Humanos retomó el proceso legislativo para construir la ley contra el bullying con un enfoque donde participaran los menores, los padres de familia, las autoridades educativas y los maestros, pues en sólo dos años pasó de 30 a 50 por ciento el número de víctimas. “Distintos científicos que se han dedicado al estudio del bullying nos señalan que lo que está detrás de la intimidación entre niñas y niños y adolescentes tiene que ver con la violencia que se vive en distintas formas en sus familias”. Por su parte, el senador Miguel Romo propuso adiciones a la Ley General de Educación, que contempló un protocolo de acción inmediata, al activarse la alerta de bullying y que cada entidad tenga en funciones el Observatorio de convivencia escolar señalado en la misma.
En Guerrero contamos con la Ley número 1256 para la Promoción de la Convivencia Libre de Violencia en el Entorno Escolar del Estado de Guerrero promovida en el año 2012, por la diputada Guadalupe Gómez Maganda Bermeo; valdría mucho la pena darle una leída completa, el artículo 14, por ejemplo, nos dice que son autoridades competentes para la aplicación de la presente Ley: I. El gobernador constitucional del estado de Guerrero; II. La Secretaría de Salud del estado de Guerrero; III. La Secretaría de Educación del estado de Guerrero; IV. La Secretaría de la Juventud y la Niñez del estado de Guerrero; V. La Secretaría de Seguridad Pública y Protección Civil del estado de Guerrero; VI. La Procuraduría General de Justicia del estado de Guerrero; VII. El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del Estado de Guerrero, y VII. Los HH. Ayuntamientos municipales. Es necesario que el H. Congreso del Estado de Guerrero solicite a estas autoridades un informe pormenorizado del cumplimiento de sus funciones respecto al tema.
La violencia se mide y va tomando diferentes niveles. Vayamos cerrando estas brechas de omisión con observatorios; recuerdo que la propia Sedena emitió cartas al alumnado para invitarles a no tener actitudes negativas, y lo más importante, en casa se dan estos valores, si dejamos la violencia y le apostamos al diálogo, al respeto. Claro que se puede estudiar, claro que se puede vivir sin bullying, la violencia en ninguna de sus formas debe pasarse por alto. Para nadie.