Abrazos, no balazos, en parábola
Isidro Bautista Soriano
La frase creada por el presidente López Obrador de “abrazos, no balazos”, por la delincuencia organizada que esta semana tuvo “agitadores” otra vez en las afueras de la ciudad de Chilpancingo, con el incendio de tres vehículos, rumbo a Tixtla, si se viera como parábola, se le encontraría el sentido bueno.
Jesucristo hablaba en parábolas, las cuales ni sus propios discípulos entendían, y a 2 mil años transcurridos, millones de personas en el mundo todavía no las comprenden leyéndolas dos o más veces en la Biblia.
Un hombre llamado Nicodemo, principal entre los judíos, le dijo: “rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. Jesús contestó: “de cierto, de cierto, te digo que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios”.
Nicodemo le preguntó: “¿cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” Respondió Jesús: “de cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. Por supuesto que Nicodemo menos entendió.
En otra parte de la Biblia está escrito: “Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron a Jesús: ‘¿Por qué les hablas por parábolas?’ Él respondió: “porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado, porque a cualquiera que tiene se le dará, y tendrá más, pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”.
Nacer de nuevo, según entiendo, es dejar de vivir en pecado, y hacer la voluntad de Dios; o sea, como aquel que de repente aparece como si fuera otra persona, bien vestidito, bien comportadito, después de años de borracho o de maleante, de tal forma que llegan a decir: ¡es otro!
El mismo Chavo del 8, del que miles y miles de niños y adultos todavía se carcajean por sus “torpezas”, acuñó un dicho que hoy serviría para entender la expresión de abrazos, no balazos: tómalo por el lado amable.
Entonces, uno podría encontrar el sentido de hacer de nuestros hijos nuevas criaturas; es decir, hombres de bien, hombres de provecho, para evitar en todo lo posible que caigan en las garras del crimen organizado.
Los delincuentes son jóvenes en su mayoría, y casi todos, sin haber sido orientados en los valores o principios de todo ser humano, por tener, desde el principio, padres que no les dieron la atención apropiada, vaya pues, que los descuidaron de alguna forma.
Son hombres y hasta mujeres que a falta del hecho de sembrarles la semilla del bien, se van por la salida fácil: quieren agarrar una metralleta, ponerse una gorra, colocarse chaleco antibalas, treparse a una troca y sentirse el dueño del mundo, aunque la vida les dure poco.
¿Cuántos mexicanos o guerrerenses nada más esperan que el gobierno haga todo ante el problema de la violencia, a pesar de que cada día cobra más víctimas?
¿Cuántos padres optan por echarse horas en el Facebook o en el Tik Tok, o darles celular o tablet a sus hijos para quitárselos de encima, cuando precisamente ahí aprenden la maña?
¿Cuántos padres se dan tiempo para revisar tareas o preguntan al maestro cuál es el comportamiento de su hijo en el aula, si es que éste realmente asiste a la escuela, o cuántos conocen a los “amigos” o “contactos” de los que se rodean?
Alguna vez escuché a la gobernadora Evelyn Salgado explicar la frase de AMLO de alguna forma tal vez parecida. Ha tomado su gobierno con responsabilidad ese flagelo, no por emociones.
Viéndolo por el lado amable se entendería el hecho de que al delincuente no se le debe enfrentar sólo con balazos. Las fuerzas del orden siguen repeliendo la agresión, no como quizá muchos quisieran. En todo caso, debe combatirse como lo marca la ley, y la ley se hizo para que el soldado la respete, pero también para que la haga respetar.