El cerro de las Campanas
Sergio Lugo
El 19 de junio de 1867 fueron fusilados el emperador Maximiliano de Habsburgo, junto con Miguel Miramón y el otomí Tomás Mejía, en el Cerro de las Campanas, Querétaro. De esa forma, se restauró la República, por parte del gobierno de Benito Juárez, y así finalizó la Segunda Transformación a la que se refiere López Obrador.
Esa fecha, debería ser un motivo de gala, de fiesta nacional, hasta celebrarla en Estados Unidos, ya que ellos, festejan el “Cinco de Mayo”, porque fue cuando derrotamos por primera vez al ejército francés (en Puebla, 1862); el emperador Napoleón III quería apoderarse de México, y de gran parte de América Latina y el Caribe.
En una República, cualquier persona puede llegar a ser Presidente de su país, hasta un indígena como Juárez, o un afrodescendiente como Vicente Guerrero, pero en una monarquía se elige por medio de la herencia, o por decisión del emperador o rey, es una dictadura disfrazada, pero los panistas tratan de ocultarlo.
Defiendo al sistema republicano, frente a la monarquía, aunque nos hacían ver que la corona cuidaba a los indígenas en México, en sus tierras, pero lo hacían como un estado paternalista, para que los mantuviera atolondrados, en una esclavitud, en donde a su patrón en las haciendas donde trabajaban, y a su sacerdote católico de su pueblo, los veían como sus amos, casi como algo divino. Nunca les permitieron que se levantaran en armas para liberarse.
Contra eso combatieron los liberales a los conservadores, abriendo caminos y escuelas (también para las mujeres), informando al pueblo, por eso existieron periódicos como La Chinaca, en 1862, el cual fue fundado para comunicarle al pueblo, que los enemigos de la patria eran los franceses y conservadores.
Ahí colaboraban el indígena Ignacio Manuel Altamirano (de Tixtla), Guillermo Prieto, el cubano Pedro Santacilia (yerno y secretario de Juárez); y el general Vicente Riva Palacio (nieto de Vicente Guerrero) quien escribió Adiós mamá Carlota, en 1866, parafraseando un poema, en relación de que Carlota la esposa de Maximiliano, ya se iba para Europa:
“…De la remota playa, te mira con tristeza, la estúpida nobleza, del mocho y del traidor. En lo hondo de su pecho, ya sienten su derrota. Adiós, mamá Carlota…Acábanse en palacio, tertulias, juegos y bailes, agítense los frailes en fuerza de dolor…Y en tanto los chinacos, que ya cantan victoria, guardando tú memoria, sin miedo ni rencor…”
Los chinacos eran mexicanos que a caballo o a pie, con machetes, lanzas y reatas, lucharon contra los invasores gringos (en 1846), luego a los franceses, mediante el método de guerra de guerrillas, después Juárez reflexionaría el papel fundamental de las guerrillas para derrotar al imperio de Maximiliano.
Hace poco el priísta Roberto Madrazo, declaró que el PRI de los 70 sigue vivo en Morena. Y tiene razón, porque son priístas que se formaron en el nacionalismo juarista, como su padre Carlos Madrazo.
Y son los que se enaltecieron escuchando el poema La Suave Patria, del revolucionario zacatecano Ramón López Velarde, fallecido el 19 de junio de 1921: “Patria tu superficie es el maíz, tus minas el palacio del Rey de Oros, y tu cielo, las garzas en desliz y el relámpago verde de los loros”.
En cambio, el panista Santiago Creel declaró que “el nuevo PRI ya evolucionó”, y con ese se van a aliar los del PAN (y el PRD), para enfrentar a Morena; esa derecha son los conservadores que añoran a la monarquía.
A ellos les recuerdo el texto de Heriberto Frías: “El segundo emperador que pretendieron imponer en nuestra patria, los enemigos de la libertad y del progreso -malos mexicanos-, va a sucumbir tristemente a orillas de la hermosa ciudad de Querétaro, allá en el cerro de las Campañas. No fueron los republicanos los que lo fusilaron…fueron los mismos que en su castillo de Miramar, le ofrecieron sin derecho ni representación, la corona de una patria libre”. El sitio de Querétaro. (Maucci Hos. México, 1901).