La inflación, el silencio y la comparsa
Mayra Martínez Pineda
El 2022 está marcado por una inflación que pega tan fuerte y de la que muy poco se habla o se explica, para que el pueblo lo comprenda, no está en el discurso político ni en las agendas y, sin embargo, siempre he pensado que debe existir un equipo multidisciplinario que cuente con especialistas que preparen estrategia, porque un tema tan delicado como es que la inflación termina afectando a inversionistas, afecta los ahorros, pero sobre todo, termina provocando mayores afectaciones a las personas más pobres, porque los precios de los alimentos suben y no hay manera de que puedan con ello.
Hay quienes dicen que las mentes maquiavélicas que mueven las sumas cuantiosas de dinero y a las masas, provocan las guerras para aumentar sus riquezas, la generalidad es que una crisis bélica, genera crisis económica y desarrolla crisis humanitarias. La historia muestra los ejemplos.
La invasión rusa a Ucrania provocó que los costos de los hidrocarburos se incrementaran, se dice que por las sanciones impuestas a Rusia (principal proveedor de gas a la Unión Europea), con lo que el valor de los derivados petrolíferos se incrementó alrededor del mundo. En consecuencia, diferentes insumos a nivel mundial incrementaron de precio, aumentando los efectos de la inflación en muchos países, entre ellos, México (Infobae, 18 de julio 2022).
Esta llana explicación ayuda sólo a la comprensión del fenómeno, sin embargo, países como México no han mostrado tener una ruta clara para contener los efectos y si la tienen valdría mucho la pena comunicarla al pueblo, pero de forma sencilla y con acciones claras.
Países como Israel nos han comunicado un precedente de contención, realizaron en su momento un sistema de políticas de ingresos y congelamiento de precios.
México alcanzó una inflación anual de 160% en 1986. Frente a esta situación, en 1989 el gobierno puso en marcha el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE), que logró una caída paulatina de la inflación hasta llegar al 2% anual en los primeros años de la década de 1990.
Cualquier gobierno debe tener un plan incluso con las pequeñas empresas y los comercios locales, ayudarles en la disminución de sus impuestos, firmar acuerdos para mantener los precios, darles subsidios posibles para las materias primas y economizar para apoyar más y así evitar esa incertidumbre.
El silencio del tema para mí es desatención al llamado humanitario de políticas públicas transversales a la economía y que eviten que las personas puedan llevar menos cosas o cosas de mala calidad a su mesa.
Y aquí las mujeres son las más afectadas, proveedoras o no, la carga estereotipada de llevar la administración del hogar sigue fija, y son ellas las que vuelven del mercado con “ganas de llorar”, decía Joaquín Sabina.
Si hay silencio hay comparsa, a nadie le viene bien esta situación, a nadie.
Con el ingreso a clases esto se tornará mucho más crudo, por ende es tiempo de señalar públicamente la estrategia.
Siempre he pensado que la única forma de emitir confianza en que se tendrá una mejor calidad de vida es mediante el voto, entonces se debe gobernar en consecuencia.
El discurso de que la inflación es un problema mundial es correcto, pero más humano sería hablar del compromiso de gobernantes y poderes legislativos al respecto.
No es bueno callar, cuando escuchas que la gente no puede conseguir lo mínimo para alimentarse.