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Articulos El Guerrero 1 septiembre, 2022 (Comentarios desactivados) (143)

Ejército y Ayotzinapa

Isidro Bautista Soriano

Ante lo visto con el caso Ayotzinapa, el mejor candidato presidencial pudiera ser aquel que más inspire confianza en el tema de la seguridad.

Aquí cabría la máxima creada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que a su gobierno le importa más la honestidad que la experiencia.

Ideal sería un candidato, o candidata claro, que no sólo sea honesto, sino que también lo parezca.

Hay candidatos postulados a todos los cargos de elección popular que con el único hecho de verles la cara ya no los quieren volver a ver. El mismo Peña Nieto fue de voto en voto por su aspecto físico.

López Obrador acumuló un capital político como nunca se ha visto en ningún otro presidente del país por ir contra la corrupción.

La gente se dice a sí misma: “¿en quién voy a confiar cuando los altos mandos del Ejército mexicano le hacen el trabajo sucio al crimen organizado, cuando están bajo sus órdenes?”.

Se presume que seis de los normalistas se mantuvieron con vida hasta cuatro días después de la masacre, y que fueron ultimados y desaparecidos por órdenes de un coronel, de nombre José N, entonces comandante del 27 batallón de Infantería de Iguala.

Y todavía un año después, según se informó, ese oficial castrense fue ascendido por el gobierno de Peña Nieto a general brigadier; o sea, premiado. La gente se dice: “¿a dónde vamos a parar con tanta corrupción?”.

Era de sobra sabido que el Ejército representaba en el pueblo de México la institución más respetable, la institución más confiable del país, y por ahí le pisaba los talones la Marina.

La gente también se pregunta: “si eso ocurrió hace ocho años, pues ¿cómo estará ahora el Ejército en el resto del país en relación con la delincuencia?”.

Ya no se sabe de quién cuidarse más: si de los hombres armados vestidos de civil o vestidos de verde olivo, sean éstos de tropa u oficiales. Los delincuentes se dan el lujo de cometer sus fechorías vestidos tipo soldados, y hasta parece esto común para la sociedad, y ahora con lo de Ayotzinapa, peor.

Peña Nieto nunca actuó, y así como ahora está en prisión el ex procurador Murillo, así debe llamarse a cuentas hasta el mínimo sospechoso, sin importar el nivel de los cargos.

El subsecretario Encinas dijo públicamente que “la única verdad sobre la desaparición de los normalistas es que no existía verdad alguna, y asumimos el compromiso con las madres y padres de los estudiantes, de decirles siempre la verdad por dolorosa que ésta fuera”.

¿Cómo es posible que el Ejército no haya hecho nada por rescatar a su soldado Julio César N, que lo tenía en activo con funciones de informante de la Sedena dentro de la Normal? ¿Qué espera entonces cualquier civil de este instituto armado cuando dejó a uno de los suyos a su suerte?

Queda al descubierto una red de corrupción sorprendente, pues “las autoridades federales, estatales y municipales estaban informadas y haciendo seguimiento a las acciones de los estudiantes”, durante las horas previas a los hechos violentos, a decir del subsecretario Encinas.

Esto acredita, agregó, responsabilidades por acción u omisión, pero, desde que lo dijo, las cosas no han pasado a mayores.

Informó también que “no hay indicio alguno de que los estudiantes se encuentren con vida”, pero hasta ahí. Indicó que “es necesario continuar con la búsqueda”, pero tampoco se ve que la hayan reanudado.

Parece serie de televisión, porque cada determinados días o meses transcurridos, hay un final que pone los pelos de punta, y que la gente ha de pensar que posiblemente prosiga pendiente de esclarecimiento en el próximo sexenio.

Y como lo señaló el senador Félix Salgado Macedonio: “falta por despeinar a Peña Nieto”.

Y así tendría más credibilidad esta nueva versión, que la verían como un caso de la vida real. ¿Qué aspirante se avienta el tiro?