Espejito, espejito, dime…
Isidro Bautista Soriano
En el acto del informe del gobierno que encabeza la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, habló casi sin tapujos como en este trienio no lo ha hecho ningún otro presidente o ninguna otra presidenta en Guerrero de los que también lo han rendido, y que quizá tampoco lo harán quienes estén por presentarlo de aquí a octubre próximo.
Hasta los de casa aludió sin mencionar nombres: jaló parejo contra todos los que le han antecedido en el cargo, acusándolos de que no hicieron bien las cosas, de que fallaron o de que aplicaron mal los recursos, y de que ahora a ella le toca pagar las consecuencias.
Habló casi como ha hablado o habla el presidente López Obrador, sólo que éste con nombres.
Sin embargo, en nuestra modesta opinión, hay una diferencia: a él se le cree a pie juntillas, como ha sido siempre, desde que ha levantado la voz en medio de un sistema político nacional convertido en chiquero, y que todavía se ven sus consecuencias, una con los niveles de violencia, y otra con las mañas o cochupos prevalecientes en partidos y políticos, como es el caso concreto de la alianza PRI, PAN y PRD, actualmente rota, por lo mismo.
Para que un político diga las verdades debe sentirse o estar en condición de autoridad moral, o libre de lo que achaca, porque de lo contrario, puede revertírsele, y sería hasta catastrófico para su vida pública.
Si se levantara una encuesta o sondeo de que si creen o no creen que Abelina se desempeña con honestidad, como ella lo ha afirmado y lo reafirmó delante de la misma gobernadora Evelyn Salgado Pineda en el acto de su informe, más de la mitad respondería en forma positiva, y podría contestar así en mayor proporción si lo reflejara más en sus hechos que en sus dichos.
Al político generalmente no se le cree, y por lo que toca a partidos, peor a los que no pertenecen a Morena, que es el que está de moda, y al que ella pertenece.
Dio muy buena impresión cuando se refirió a la calidad de ropa que viste. Si la vieran en mejores trazas, señaló a los periodistas que la entrevistaron, entonces sería una señal de que estaría robando al pueblo, porque con lo que percibe de sueldo, se la compra. Y el que es honesto tiene que demostrarlo y hasta parecerlo.
Ganará más simpatía en la medida en que su postura anticorrupción se vea, así como la ven vestida, y que la transparente hasta donde le sea posible o hasta donde sea necesario para seguir con lo que venga.
En Chilpancingo, la alcaldesa Norma Otilia Hernández Martínez dio buen sabor de boca cuando puso a disposición ante quien corresponde a un agente o agentes viales inmediatamente después de haber sido exhibidos en las redes sociales en un probable acto de corrupción in fraganti. “Vengo a sentar las bases de una transformación real, de un cambio verdadero”, aseguró en el acto del informe, pero tiene que reflejarlo. De banquetes de dichos, la gente está asqueada.
Le falta demostrar más humildad: no una, sino varias veces se adjudicó como propio el informe, cuando lo es de todo el Cabildo, de todos los trabajadores. Cero vanagloria, porque hasta pecado lo es ante el Creador del cielo y la tierra.
Ha dado la impresión de que en ese gobierno sólo en ella está la honestidad. En Tránsito, en Capama o en la Policía Municipal no todo ha sido o es malo. Hay gente que comparte su postura y su decisión de hacer bien las cosas, pero tiene que sumarla en los hechos y en sus dichos, de compartir el trabajo de manera colectiva.
Todo en ella debe ser de más y más humildad. No es sólo diciendo las verdades como se combate lo malo, sino, en todo caso, pasar de lo teórico a lo práctico con la denuncia penal, y promoverla hasta finalizar el proceso.
Se pueden decir todas las cosas, pero siempre de manera constructiva, de manera persuasiva, sin que parezca desafiante, o para vanagloria: todos son así, menos yo.
Hay que verse en el espejo, y fijarse bien, no como la reina. Y así le irá mejor.