¿Qué nos pasa?
Isidro Bautista Soriano
Insistimos, aquí, en que la postura del presidente López Obrador de “abrazos no balazos”, ante el problema de la delincuencia puede no tomarse en forma literal sino como parábola, aunque él la haya hecho en otro sentido.
Esto podría interpretarse como el hecho de afrontarlo por las causas, desde sus raíces, hasta donde sea posible, porque el crimen organizado tiende una red a extremos impresionantes, de los que muchos no tienen ni la menor idea.
Decimos que hasta donde sea posible porque si al mismísimo Ejército mexicano le hurgaron o sustrajeron sus archivos desde sus cuarteles, ¿qué se puede esperar de las demás instituciones públicas o, peor aún, de un simple mortal para hacerlo víctima?
Este hackeo y el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa han puesto al descubierto a delincuentes vestidos de civil o de policías y hasta militares tejidos en una misma telaraña.
Si la delincuencia ha involucrado, claro, desde los gobiernos del PRI y PAN, a altos mandos de la seguridad del país como a García Luna, pues ¿qué servidores públicos de todo el Estado mexicano estarán limpios?
Si bien es cierto que –en nuestra modesta opinión– la delincuencia nunca se acabará, porque el mal viene arrastrándose desde cientos y cientos de años antes de Cristo, esos abrazos de los que ha hablado AMLO podrían traducirse en comenzar por poner más atención en los hijos, especialmente menores de edad.
Si se tiene el más elevado nivel de ocupación en ellos habría menos riesgos de que pudieran caer como víctimas, ya sea como consumidores de drogas o reclutados en las filas de los sicarios, extorsionadores, secuestradores o asaltantes.
La mayoría de quienes forman parte de las bandas criminales está integrada por jóvenes, y si le indagáramos más, veríamos que sobre todo vienen de familias desintegradas.
Autoridades y grupos civiles reconocen que con el encierro del Quédate En Casa por la pandemia, aumentaron alcoholismo y drogadicción, con adolescentes como nuevos adictos, a falta de atención de los padres.
Independientemente del trabajo que haga o deje de hacer el gobierno, ya sea federal, estatal o municipal, la sociedad debe ser la primera interesada en velar por los suyos, aún con la situación económica que en muchísimos hogares se percibe cada vez peor en el país.
Justo por eso, por la situación difícil que enfrente, es cuando más debe tenerse el mayor cuidado posible para evitar que las consecuencias los pongan al borde de la puerta fácil.
A principios de este mes, se informó que en la Ciudad de México operan narcotienditas a sólo unos metros de las escuelas.
Como ha dicho la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, el fuego no se apaga con más fuego. Está visto que tampoco es con penas más duras como se combate la delincuencia. Hace varios lustros que se cuadriplicó la cárcel a secuestradores concretamente en Guerrero, y siguen los secuestros ahora con la modalidad de levantones, al igual que en el resto de México.
Llegan más y más policías y soldados, y la violencia no para ante tantos años que se dejó que creciera por corrupción. La llegada de Evelyn Salgado a San Miguel Totolapan fue un signo de que no está cruzada de brazos.
La responsabilidad es del Estado mexicano, pero también de la sociedad, y la sociedad debe comenzarla en casa, en cerciorarse si el hijo realmente entra al aula, si hace la tarea o si cumple con los quehaceres del hogar, y mirar con lupa su círculo de amistades.
¿Qué pasó con mochila segura? ¿qué pasó con las campañas de prevención en radio y televisión? El gobierno federal, por ley, tiene los tiempos en ambos medios a su disposición en forma gratuita, y los ha empleado hasta este preciso momento en casi todas sus tareas, menos en el sentido opuesto a la delincuencia, dicho con todo respeto. Falta una cruzada, si se puede.
Y cómo dijera la tele: ¿qué nos pasa?