México pobre, ¡Pobre México!
Mayra G. Martínez Pineda
Están en todos lados, como parte de todos los paisajes, visten sus mismos trajes casi todos los días, algunas veces cuando los hay, lustran los mismos zapatos ya gastados con los que andan por los más difíciles senderos de la vida, otras veces ni zapatos hay.
No hay quien les quiera, no les incluyen en sus viajes de verano, nadie les quiere en sus fiestas, a muchos les gustaría que fueran una utopía, y los más, los mantienen cautivos para usarlos en los tiempos que conviene, o tomarse fotos con ellas y ellos, como parte de mostrar al mundo que sí les consideran.
Luego de ello, vuelven a sus carencias, a su mal comer, a su mal vivir, a sus congojas de siempre o a tratar de olvidarlas en los vicios. No hay días de glorias para las personas más pobres, mas que sobrevivir un día sí y otro también.
Nacen en hospitales de gobierno, con los servicios más deplorables y doctores que por no recibir una paga no conocen la humanidad. ¡O en catre! En el suelo y ahí mismo dolorosamente, mueren casi siempre.
Son los más pobres, y ya casi nadie quiere hablar de ello, pero un día al año todos hacen discursos para eliminarles la pobreza en el marco de su día; del día en el que sarcásticamente reciben consideraciones por ser pobres.
Y no es que yo, o tú, amable lectora o lector, seamos más privilegiados, seguramente tú o yo, o alguien en tu familia decidió romper un poco, con gran esfuerzo, ese doloroso círculo vicioso, y es precisamente de lo que quiero hablar ahora, no hace falta un Slim en el planeta para darnos cuenta de lo que carecemos, es poner fin al círculo, es cambiarle el chip a las nuevas generaciones: ¿El pobre es pobre, porque quiere?
Te aseguro que nadie quiere el dolor de la pobreza. Porque la pobreza mata.
Los más pobres necesitan herramientas que los ayuden a afrontar mejor los retos, lo que menos necesitan es caridad o dádivas. Donemos a ellos tecnología, recursos y educación, acceso a universidades y a emprendimientos; así se ayuda a los más pobres, así podemos dejar de ser pobres, y así dejarían muchos de enriquecerse promoviendo políticas públicas para abatir la pobreza.
El año pasado la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) informó que México es el segundo país con más desigualdad entre ricos y pobres, en esa lista figuran Chile, Turquía y Estados Unidos; en cuanto a los más equitativos están Dinamarca, Eslovenia, Finlandia y República Checa.
“Desigualdad creciente”, es el nombre del estudio que se dio a conocer por la organización, el cual revela que el 10% de los población mexicana de menores recursos concentra el 1.2% de los ingresos del país, por otro lado el 10% de los mexicanos con mayores ingresos concentran el 36.7% de la riqueza.
El documento, reitero, indica que México se ubica en la segunda posición, seguido por Chile y arriba Turquía.
Una de las tendencias que trajo consigo este estudio, es que los jóvenes y niños han venido a sustituir a los ancianos como el grupo de edad con mayor riesgo de pobreza. La desigualdad ha alcanzado “un récord en la mayoría de países de la OCDE y tiene niveles incluso más elevados en muchas economías emergentes”.
Ahora que estamos por finalizar el 2022, nada ha cambiado, y si quieren ver la realidad de frente, vayan a la zona indígena de Chilapa o Tlapa, o caminen por las zonas urbanas de Tijuana, verán que ahí hasta el más indolente se conmueve.
Esta realidad que se vislumbra como un muy mal presagio al aseverar que los jóvenes y los niños están en riesgo, me hace considerar aún más que sólo con acceso a las tecnologías, implementación de recursos para abrir empleos y buena educación se romperá el círculo de pobreza.
Si no tengo razón, al menos para mí las y los más pobres no son invisibles, pues de seguir así, ¡pobre México!