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Articulos El Guerrero 18 noviembre, 2022 (Comentarios desactivados) (163)

La sombra de la madrugada

Sergio Lugo

Este 20 de noviembre será un aniversario más del inicio formal de la Revolución Mexicana, el cual es siempre tema de discusión. Falta su periodo, después de 1920, cuando se llegó al poder.

Recordamos al precursor Flores Magón, que calentó las plazas de todo el país casi una década antes de 1910. Francisco I. Madero, un rico hacendado de Coahuila, lo capitalizó, es decir, se erigió líder antirreeleccionista contra Díaz.

Madero, quizá por su convicción reformista, no arrancó de raíz al ejército de Porfirio Díaz, por eso lo traicionaron, y con Victoriano Huerta, lo asesinaron junto a Pino Suárez.

Doroteo Arango, que en sus inicios era una especie de bandolero; después, se cambió el nombre a Pancho Villa, simpatizó con Madero, hasta convertirse en su admirador, logrando varias victorias en Chihuahua.

Pero Madero, tan inocente, permitió que esos militares metieran a la cárcel a Villa en Tlatelolco, de la que tuvo que escaparse para evadir su asesinato. El nacido en Durango lloró la muerte de Madero a causa del Chacal Huerta, y mandó ponerle su nombre a una calle, que llega al Zócalo del D.F.; hoy continúa así: Madero.

Recomiendo la película La muerte de Pancho Villa, del director Mario Hernández, de 1974, con Flor Silvestre y Antonio Aguilar. En la cinta, Villa le cuenta a un reportero sus memorias y menciona ese episodio con Madero.

En cambio, Emiliano Zapata se levantó en armas en marzo de 1911, nunca confió en Madero, y por eso proclamó el Plan de Ayala; en respuesta, Madero, como presidente, lo mandó matar y a sus campesinos trató de exterminarlos, según documentó mi paisano taxqueño Francisco Pineda Gómez.

Recomiendo la película Zapata, de Luis Felipe Cazals, que en 1969, el presidente Gustavo Díaz Ordaz censuró, porque, según en una escena, zarandeaba Emiliano a Madero, y porque se enalteció al morelense. Sin embargo, el actor principal Antonio Aguilar, no se achicó y consiguió dinero para producir la cinta.

Quien sí logró mandar asesinar a Zapata fue el presidente Carranza, en 1919, mediante el traidor Guajardo. Recomiendo la película Muerte en Chinameca, de M. Hernández, igualmente con A. Aguilar, de 1987.

A quien hierro mata, a hierro muerte, con el Plan de Agua Prieta, proclamado el 23 de abril de 1920 por el general Plutarco Elías Calles, mataron luego a Carranza. Así, el también sonorense Adolfo De la Huerta se convirtió en presidente interino, y le entregó el poder al general Álvaro Obregón, quien gobernó de 1920 a 1924.

En 1923, De la Huerta se levantó en armas contra Obregón, en ese movimiento asesinaron en enero de 1924, al gobernador socialista de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto.

Durante el gobierno de Obregón fueron asesinados Flores Magón en 1922, y Villa en 1923. El presidente Obregón impuso al general Calles para sucederlo, de 1924 a 1928.

Pero en 1927 el general Francisco R. Serrano se levantó en armas, sin embargo, Obregón y Calles lo mandaron asesinar en Huitzilac, en el estado  de Morelos. Obregón se reeligió y fue asesinado después por un fanático católico.

De mis libros favoritos es La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, de 1929, refleja perfectamente esos acontecimientos, con pluma literaria en su descripción magistral, pero fue censurada; lo mismo que la increíble película homónima, en 1960, de Julio Bracho, prohibida por López Mateos.

“O nosotros le madrugamos bien al Caudillo… o el Caudillo nos madruga a nosotros; en estos casos triunfan siempre los de la iniciativa. ¿Qué pasa cuando dos buenos tiradores andan acechándose pistola en mano? El que primero dispara, primero mata. Pues bien, la política de México, política de pistola, solo conjuga un verbo: madrugar”: La Sombra del Caudillo.