Isidro Bautista Soriano

Los casos, particularmente los de Cuetzala, Teloloapan y Apaxtla, están bajo control de la acción interinstitucional coordinada por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, como ha sido desde el inicio de su gestión, que ha superado los quince meses, a pesar de que se trata de un estado con detonantes de diversa índole, como históricamente han sido la pobreza y la injusticia.

Seguramente hubo quienes llegarían a pensar en la posibilidad de que se suscitaran hechos sangrientos en esos lugares, por representar una pública disputa entre autodefensas antagónicas, que se han desafiado con arma en mano.

Ayer mismo la gobernadora Salgado Pineda afirmó en sus redes sociales textualmente, al momento de encabezar una reunión de seguridad:

“Iniciamos la jornada de este martes sesionando de manera virtual con las y los integrantes de la Mesa de Coordinación para la Construcción de la Paz en Guerrero. Con nuestras Fuerzas Armadas, autoridades del orden federal y estatal, analizamos el trabajo de inteligencia y operación en materia de seguridad, que se realiza en todas las regiones del estado; además de evaluar su correcta ejecución y cumplimiento, con el objetivo de abonar a la pacificación de la entidad”.

Como puede leerse, dice: evaluar su correcta ejecución y cumplimiento; o sea, hay esfuerzo por comprobar que las órdenes, acuerdos o indicaciones sean cumplidas, pues, de lo contrario, un policía o un soldado, que no tiene de alguna manera, supervisión de guardia, su servicio puede ser inútil o infructuoso.

Se entiende que los mandos reunidos de esa forma, que invariablemente lo hacen a diario, verifican el avance de los acuerdos a los que llegan, y en su caso, determinan otros nuevos, según las incidencias registradas al momento.

Esa coordinación interinstitucional se reflejó en esos tres municipios de la región Norte de Guerrero, que colindan mutuamente, y con otros de la zona del Filo Mayor, donde coexisten, desde luego, grupos delictivos diferentes.

Y así ocurrió, como ha podido apreciarse hasta el momento en El Durazno, municipio de Coyuca de Catalán, y en San Miguel Totolapan, situados en la región de Tierra Caliente, donde los hechos sangrientos fueron ampliamente conocidos por la opinión pública.

Como pasa en el resto del país, la violencia está latente en las demás regiones de Guerrero, pero las fuerzas del orden coordinadas por la gobernadora del estado las han tenido también bajo control.

Ayer, al recordar en evento público, el surgimiento de los comunitarios de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg) en el valle de El Ocotito, municipio de Chilpancingo, dado el 23 de enero de 2014, en medio según dijeron, de un clima de terror.

Se aseguró en el acto público de ayer, que comprendió una marcha de personas de diversas edades y clase social, el ambiente actual es de tranquilidad social, después de que no podían salir a las calles.

Salgado Pineda ha señalado en reiteradas ocasiones que la inseguridad es un asunto sumamente delicado, y que por lo tanto, no puede resolverse de la noche a la mañana, pues sus raíces y redes de corrupción han sido tendidas desde hace lustros y lustros, o sexenio tras sexenio.

Sin embargo, en las ahora ocho regiones de Guerrero es evidente la gobernabilidad, donde las instituciones en este caso de seguridad se sientan en la mesa casi diariamente a revisar las incidencias, y determinar nuevas instrucciones.

Esto, aunque no es como se quisiera, inspira confianza, la misma por la que la gobernadora llegó al cargo en octubre de 2021 demostrada con el voto en las urnas.