El suicidio como feminicidio, las víctimas de las que nadie habla
Mayra Martínez Pineda
¿Se acuerdan de la niña de Guatemala?, yo sí, y hoy quiero nombrarla, en el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que nos da bandera para todas las causas, mi causa hoy son las miles de mujeres que a lo largo de la historia de la humanidad se han quitado la vida, por desesperación, por depresión o por la agonía de estar en las redes de un agresor.
Se llamaba María García Granados y Saborio, era una niña de 17 años a la que enamoró José Martí siendo su maestro, se romantizó el hecho a través de un poema que él mismo escribió, al que nombró así, La niña de Guatemala, la que se murió de amor dice, él mismo confesó sabe lo que sucedió, aunque el debate ha llevado a que todo un país que no acepte que su héroe nacional pudiera ser el causante, como tampoco los defensores de un Plácido Domingo o de un Jim Carrey.
El machismo supone que los hombres no deben tener responsabilidades afectivas y si las mujeres se suicidan por su causa, no hay delito que perseguir. No hablamos tampoco de que las mujeres por su género o naturaleza son las culpables de involucrarse con hombres así, o que sufren porque quieren, que se dejan del agresor también porque les gusta, con malicia la gente llega a decir.
Sobre la niña de Guatemala hubo tantos focos rojos que atender, pero la época sencillamente los hizo invisibles: Era una menor con un maestro, él comprometido y además en una sociedad que casaba a las mujeres a tempranas edades; ella fue víctima del amor romántico y como dice el propio poema, él volvió, volvió casado y ella se murió amor.
Me parece tan cobarde leer los comentarios de quiénes aluden al hecho culpando aún, en esta época a María, por estar en una situación así, dicen, porque ella sabía la realidad, pero más cobarde me parece el título de un José Martí que podrá ser un héroe en su país, pero para mí realizó un acto que no debió quedar impune, si al menos hubiera tenido el valor de escribirlo, lejos de romantizar la culpa que sintió, debió decir: La niña de Guatemala, la que yo, maté de amor.
El Salvador es el único país que de Latinoamérica que castigaba el suicido de mujeres como feminicidio, desde 2012 lo incorporó en avanza a su Ley para Atender las Violencias de Género, tuvieron un caso relevante en su aplicación: Julia Gracia de Leonor se suicidó en su casa el 19 de diciembre de 2017, porque sufría de agresiones de todo tipo, sexuales, psicológicas por su pareja, fue un gran acierto que la Fiscalía de aquel país lograra argumentarlo, lo que siempre me ha parecido muy endeble es la pena, sólo de 5 a 7 años de prisión, sigue figurando la intención, pero no la aceptación total de que si alguien causa tal estrago en la salud mental de otra persona hasta provocarle el suicidio, se castigue como si lo cometiera con mano propia, hay tantos agresores pasivos o la misma cultura machista que da lugar a miles de hombres lastimando a todas las mujeres que les venga en gana, y cuando hablamos de nulas responsabilidades afectivas, de sexo, o poder sobre el género, no cabe duda de que merecen penalidades similares a las de un feminicidio en general.
Por ahora, el delito de suicidio como feminicidio está en las agendas pendientes en la mayoría de los países, legislar con perspectiva de género nos permitirá abrir el debate para aprobarlo con sanciones duras, que sean aleccionadoras para la cantidad de hombres que salen ilesos una vez que sus parejas se suicidan o que ni siquiera las consideran parejas o seres humanos, ni lo que sienten; padres abusadores sexuales, hermanos, tíos ¡en fin! ¡Un sinnúmero de agresores impunes!
Recuerden que las heridas que se llevan producto de daño emocional, son las más difíciles de probar, porque ni siquiera pueden verse.
Este 8 de marzo levantemos la voz por las mujeres que, si bien, no les quitaron la vida de propia mano, si les quitaron la razón, para seguir viviendo, y recordemos que, a todas, vivas las queremos.