Bastida y Marmolejo
Isidro Bautista Soriano
Más de uno podría decir que qué decepción de ciertos políticos de Guerrero, por caer en lo que a todas luces se ha convertido o se convirtió en pleito personal, habiendo tantos y graves problemas como la inseguridad y el desempleo en todo el país, particularmente en Guerrero.
Es el caso concreto del dirigente estatal del PRD, Alberto Catalán Bastida, y el síndico Andrei Marmolejo Valle, de Chilpancingo. El primero lo acusó públicamente de distraerse en andar en lo que consideró como campaña presidencial.
En las redes sociales le dijo: “Ahora todo tiene sentido: por eso la capital del estado ha sido invadida con esta campaña electoral anticipada e invasiva. Si las propias autoridades municipales no hacen valer la ley, ¿se imaginan qué le espera a nuestra ciudad?”
Y el síndico, que milita en Morena, le respondió de inmediato: “Esta es la respuesta de una oposición que sigue y seguirá moralmente derrotada”.
El perredista le reviró: “Qué lastima que una autoridad local como tú, viole la ley y se congratule de ello, no se trata de ser oposición o gobierno, deberías de hacer tu trabajo, tienes una responsabilidad y no la cumples. Y no hablemos siquiera de ideología, se trata de responsabilidades específicas por tu cargo para el cual fuiste electo”.
Este lunes Catalán no tuvo empacho en decirle: “Exigir que se respete la ley, no es ningún pleito”, y Marmolejo contestó: “la verdad es que yo no soy de pleitos y más allá de las ideologías políticas y de mi preferencia por la doctora Claudia Sheinbaum. Yo invito al presidente estatal del PRD Alberto Catalán Bastida a trabajar juntos por Chilpancingo, hagamos ese compromiso”.
Después de su intercambio de palabras, que afortunadamente no pasaron a mayores, luego de tres días de show, el morenista lo invitó a trabajar juntos por Chilpancingo, ciudad en la que ambos residen.
Es lamentable ver arremangarse la camisa al propio presidente de un partido político, un partido que estuvo a punto de tumbar al PRI del poder por su arrastre popular, y que finalmente por escenas desafortunadas como ésta provocó la salida de López Obrador de sus filas.
Debe cuidar además su estatura política. Sí consideró necesario señalar su probable intromisión en cuestiones electorales, pues debió hacerlo algún otro miembro de la dirigencia que encabeza o recurrir a la autoridad.
Con situaciones como ésta, menos posibilidades tiene el PRD de recobrar confianza popular.
El síndico no abona nada con esto en su carrera política, sino por el contrario, pudiera causar desencanto.
El problema no está en el hecho de que haya abandonado o no abandonado su cargo de edil, sino de dar función con guantes, y que hasta donde se tiene conocimiento, no es la primera que hace en su carácter de figura pública.
Los dos, según se ha observado, tienen la aspiración de seguir en ascenso, más porque se trata de jóvenes, que quiérase o no, son hasta caras nuevas.
En política, dicen, no hay nada seguro, como no hay nada seguro incluso en la vida natural de todo mortal. Uno podrá planear la fiesta de su cumpleaños dos o tres meses antes, sin tener la seguridad plena de que lo viva.
Y situaciones penosas como las que ambos pasaron pueden revertírseles en cualquier momento. A la gente se le queda en la memoria este tipo de escenas.
Pudiera decir la sociedad de ellos: “¿qué se puede esperar de alguien que no puede controlar sus impulsos o sus emociones?”.
Aconsejaba un ex gobernador o dos ex gobernadores de Guerrero, que para el desempeño de un cargo público era o es necesario tener piel de cocodrilo o tener la audacia para atacar o contraatacar sin desgastarse en lo absoluto.