La economía feminista parte 1
Mayra Martínez Pineda
Con preocupación veo la batalla diaria de las mujeres de mi país por tener una actividad económica que les genere independencia, por cumplir las metas de lo que se ha diseñado como realización personal o profesional desde modelos y conceptos más apegados a un deber ser en la sociedad, contra la realidad que pega de golpe a la mayor parte de las mexicanas, la pobreza y la dificultad de incorporarse a empleos bien remunerados.
Empecemos analizando esta premisa de uno de los documentos más relevantes para impulsar acciones a favor de las mujeres, denominado La plataforma de Beijing, y que resulta de la reunión de representantes de países que participan en la Conferencia Mundial sobre la Mujer:
La actividad de las mujeres tiene un gran impacto positivo en la economía, en los negocios, en la agricultura y en la industria, como empleadas domésticas, vendedoras en mercados, trabajadoras migrantes y en el trabajo no remunerado como cuidadoras. A pesar de los avances, siguen la vanguardista Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, que acordó realizar cambios considerables en las vidas de las mujeres en todos estos ámbitos, así como llevar a cabo mejoras para eliminar la discriminación ocupacional, especialmente mediante la promoción de la participación igualitaria de las mujeres en los empleos altamente cualificados, en los sectores científico, tecnológico, de ingeniería y de las matemáticas, así como en los puestos de dirección. En la declaración, los países también se comprometieron a fomentar el equilibrio entre las responsabilidades laborales y domésticas entre mujeres y hombres.
Ninguno de estos compromisos es concreto si no tienen una base legal. Al momento en México no hay avances serios, la realidad de las mujeres es que en su mayoría realizan actividades de comercio informal, otras son totalmente dependientes económicas y las menos están en posiciones más privilegiadas.
Algo que es fundamental para la economía feminista, y aquí comparto a que se refiere.
No es un concepto nuevo, fue creado en 1988 por Marilyn Waring, ella publicó Si las mujeres contaran con una nueva economía feminista, como una crítica al sistema de cuentas nacionales y el estándar internacional para medir el crecimiento económico, y las formas en que el trabajo no remunerado de las mujeres era invisible. Ahora incluye no sólo el trabajo en hogares, los cuidados sino la relevancia de la participación de las mujeres en actividades económicas que en definitiva no les abona a un empoderamiento real, a pesar de ser incluso empleadoras y contribuir a la economía de los países.
Una de las herramientas más eficaces para revertir esto es la educación a las niñas, este estudio lo demuestra: aunque están marginadas en todo el mundo, invertir en mujeres y niñas marca la diferencia. Se estima que si todas las niñas del mundo recibieran 12 años de educación de calidad, los ingresos de por vida de las mujeres podrían aumentar en 15 billones de dólares. Un año escolar adicional puede aumentar los ingresos de una mujer entre un 10 % y un 20 % para su futuro ingreso anual, y es más probable que las niñas adultas inviertan un porcentaje mucho mayor de sus ingresos en su familia.
Al invertir en las niñas, está invirtiendo en su futuro, el futuro de su familia y el futuro de su país.
México está detenido en temas como el combate a la violencia feminicida, es grave aún el problema, pero ello no significa no atender una de las acciones de prevención y que además promueve la igualdad que sería tener ya una legislación como la Ley del Emprendimiento y Empoderamiento Económico de las Mujeres.