Historia de una receta…
Primera parte…
Héctor Briseño
En busca de una vacuna contra el tétanos para su hijo, María de Jesús Rosas De la Rosa de 68 años, llegó a la iglesia de Costa Azul el 28 de octubre por la tarde, en la zona Dorada, desde la colonia Ciudad Renacimiento, que se encuentra en la zona suburbana, a unos 12 kilometros de distancia, con 40 pesos.
En ciertos tramos caminando, en otros convenciendo a los escasos taxistas que circulan para que la lleven.
Mientras un helicóptero de protección civil federal aterrizó en un jardín del club de golf para repartir despensas, la mujer expresó que “yo lo que quiero es encontrar la vacuna para el tétanos”.
Relató que durante el paso del huracán Otis, una lámina galvanizada le cayó en el pie a su hijo, y después de 72 horas ya no puede caminar pues su extremidad se le está inflamando.
Sin embargo, no hay vacuna para el tétanos, el hospital general de El Quemado no está brindando servicio debido a las afectaciones ocasionadas por Otis, ni el Donato G. Alarcón de Renacimiento, ni la clínica del IMSS en la colonia Emiliano Zapata.
Tampoco se sabe nada de los médicos cubanos prometidos por las autoridades.
En un último esfuerzo, doña María acudió a un puesto médico instalado en la colonia Costa Azul, pero los médicos asignados por el gobierno estatal y protección civil se retiraron alrededor de las 5 de la tarde.
Además no hay medicina para el tétanos y casi la totalidad de las farmacias en Acapulco fueron saqueadas.
“La vacuna para el tétanos no se encuentra en México desde hace dos años”, expresó un médico que milagrosamente se encontraba en la iglesia de Costa Azul, quien le escribió una receta de antibióticos en un cartón a la mujer, quien recalcó que seguiría buscando el remedio.
“Yo nunca me rindo, tuve cáncer de mama, tuve cáncer con metástasis 14 veces y no me derrotó, voy a conseguir la medicina”, expresó María de Jesús mientras se tocaba el pecho derecho con orgullo.
“Que tristeza, Acapulco está en los ojos del mundo y se ponen a robar farmacias, cómo es posible”, exclamó la mujer sin dejar de dar gracias a Dios.
Al obtener la receta, doña María la aprieta con entereza en la mano derecha, mientras sostiene la mascada que le cubre la cabeza.
Pero las fuerzas ya no le alcanzan para llegar al hospital de la base naval de Icacos, a donde originalmente se dirigía, por lo que inicia el camino de regreso a Renacimiento antes de que oscurezca, pensando en voz alta cómo obtendrá la medicina para su hijo, en una ciudad que se quedó sin medicinas, y las que hay, no se sabe dónde encontrarlas, pues Acapulco está incomunicado y no hay cómo atender la emergencia de una madre desesperada por salvar el pie a su hijo.
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