Por más de 30 años José Hernández se ha dedicado a la elaboración de algodones de azúcar en Tecpan
Este dulce forma parte de la lista de golosinas tradicionales de México
Rodolfo Valadez
Durante más de 30 años José Hernández Hernández se ha dedicado a la elaboración de algodones de azúcar, uno de los dulces que forman parte de la lista de golosinas tradicionales de México. El hombre viaja con el grupo que forma parte de una feria, con juegos mecánicos y locales comerciales, que se establece en los pueblos de Guerrero durante las fiestas decembrinas, celebraciones patronales y actividades cívicas. José Hernández asegura que aunque las ganancias por la elaboración de los pabellones es poca, la realiza con el objetivo de que la tradición no muera, pues es consciente de que se trata de un producto que forma parte del catálogo de golosinas típicas mexicanas, como los cacahuates garapiñados, las pepitorias, las glorias, los borrachitos, el mazapán, los merengues, los tarugos, las alegrías, los camotes, las palanquetas, los muéganos, las frutas cristalizadas, el ate de frutas, los chongos zamoranos, la cajeta de leche o las cascaritas de naranja, entre otros. El algodonero sigue la tradición que aprendió de su padre quien elaboró los también llamados pabellones de azúcar por más de 70 años de su vida, siendo también parte de las ferias con las que recorrió los pueblos de Guerrero y varias ciudades del país. Esa enseñanza José Hernández la considera como una herencia a la que no puede renunciar. Es por eso que cuando su padre ya no pudo dedicarse a ese oficio, decidió tomar la estafeta y continuar la labor. Para elaborar sus algodones don José Hernández no requiere mucho espacio. Su diminuta y rudimentaria fábrica la ubica sobre la banqueta de la calle Hermenegildo Galeana, en el primer cuadro de la cabecera municipal de Tecpan. El ruido del motor de la máquina anuncia que la fabricación está en marcha. Sus algodones los hace de varios colores: rosa, azul, violeta y en ocasiones rojos; la venta es en el transcurso de la tarde-noche; el precio, 15 pesos cada uno. La rudimentaria máquina con la que hace los productos de azúcar la adquirió en la Ciudad de México, en una de las tiendas que aún se dedican a la fabricación y venta de esos objetos en el centro de la capital del país, cerca del Zócalo. Su precio actual es de 18 mil pesos, inversión que, según dijo, cada vez es más difícil pagar porque la gente, aunque no ha dejado de adquirir sus algodones, tiene más opciones por los dulces artificiales que hay en el mercado. “Cuando hago un pabellón pienso que es lo que mi padre hubiera querido, que mantuviera vivo el oficio al que él se dedicó durante siete décadas. Imagino que me ve contento y por eso lo hacemos con más ganas, para mantener viva esa tradición familiar”, asentó el hombre de 55 años de edad. De acuerdo con varios sitios de Internet, los primeros datos de la dulce nube rosa, cuyo día se conmemora el 7 de diciembre, indican que su elaboración tiene su origen en Italia, en el siglo XV. Cuando cocineros de ese país tenían la costumbre de calentar azúcar para obtener un fino caramelo líquido con el que cuidadosamente decoraban sus postres. Sin embargo, el algodón de azúcar industrial, por todos conocido, viene de la mano de los inventores William Morrison y John C. Wharton, quienes crearon la primera máquina de algodón de azúcar, la cual fue presentada en la Exposición Universal de París en 1900.