Afilador de cuchillos todavía persiste en trabajar el oficio que le enseñó su padre
El sonido de la flauta y un silbido lo identifican y confirman su presencia
Rodolfo Valadez
El sonido de una flauta identifica entre la gente la llegada a la calle de un afilador de cuchillos y tijeras. Juan Romero Gómez acompaña el silbido con un grito que confirma su presencia. A pesar de que actualmente existen varios aparatos para afilar los artículos de cocina, el hombre asegura que se dedica a ese oficio, no tanto por las ganancias económicas que obtiene, sino por mantener vivo el recuerdo de su padre que fue quien le enseñó la labor, misma a la que se dedicó por más de 50 años en Tecpan. El hombre es afilador desde hace 35 años, y su oficio lo comparte con el de albañil, pues asegura que “hay que buscarle de todas formas para la papa, porque con los nuevos aparatos que surgen todos los días, el trabajo de afilador cada día es menor”. Aún hay gente que le gusta que sus objetos sean afilados por un afilador, pero, como dije anteriormente, los nuevos aparatos que salen a la venta para hacer esa tarea hacen que sean cada vez más pocos los que quieran dedicarse a este oficio, asentó, mientras se detenía frente a la puerta de una casa cerca del mercado municipal. Juan Romero, desde muy temprano, recorre las calles con su afilador en hombros. El aparato es rústico. Como eran antes. Un esmeril movido por una rueda que a su vez es impulsada por un pedal. Con la tradicional máquina manual, saca filo a cuchillos, tijeras, hachas, machetes, escarbadores, tarecuas, guadañas y ganchos para bajar cocos, entre otros objetos. Luego de sentarse en la banqueta de la calle para iniciar el movimiento de su máquina, contó que a pesar de que su trabajo es muy solicitado, su llegada la debe anunciar con el sonido de antes, el que identifica a los afiladores, “aunque lamentablemente sea un sonido que cada vez se escucha menos por las calles de los pueblos y ciudades”. Ya en plena charla, contó que su padre fue quien le enseñó a sacar filo hace 35 años. “Al principio, acompañé a mi padre durante varios años, hasta que decidí trabajar solo. Para ese tiempo mi papá ya tenía más de 50 años en la labor. Él fue quien me enseñó las técnicas para afilar, porque cada objeto requiere una técnica diferente”, recordó. Reveló que aunque obtiene buenas ganancias económicas, sigue siendo afilador por mantener vivo el oficio que le enseñó su padre, es decir, dijo, que se trata de un asunto más por el lado sentimental que por el económico. Abundó que sus recorridos no se concretan a Tecpan, sino que con su máquina al hombro ha podido recorrer otros municipios como Acapulco, Coyuca de Benítez, Atoyac, Benito Juárez, Petatlán, Zihuatanejo, Chilpancingo, hasta Lázaro Cárdenas, en Michoacán, para ofrecer su servicio. “El precio es según el tamaño del objeto que hay que afilar. Pueden ser de 10 a 30 pesos, pero si son objetos más grandes el precio sube; claro que si la persona trae varias cosas pues podemos hacerle un descuento o darle mejores precios”, indicó durante la charla.