El valor inestimable de la lectura en la construcción del pensamiento
El 70 por ciento de los niños de primaria no entienden lo que leen
Antonio Hernández
“Leía como otros rezan, leía con un ensimismamiento tan impresionante que desde entonces cualquier otra persona a la que yo haya visto leyendo me ha parecido un ser profano”
Stefan Zweig
En una época donde la inmediatez y la superficialidad parecen dominar, la reflexión de Stefan Zweig sobre la lectura nos recuerda lo que estamos perdiendo: la concentración y el ensimismamiento necesarios para una lectura profunda. Leer nos transporta a mundos reales o imaginarios, nos permite soñar y conocer lugares distantes en el espacio y en el tiempo, y nos acerca a acontecimientos e información que no hemos vivido. Sin embargo, la lectura ofrece mucho más, especialmente en la construcción del pensamiento, un impacto frecuentemente subestimado o incluso ignorado.
En el contexto del español de México, el análisis de Fernando Leal Carretero revela que, aunque existen más grafemas (33) que fonemas (22), la simplicidad aparente de otorgar un valor sonoro a cada grafema puede llevar a un espejismo. Esta facilidad en el reconocimiento de grafemas crea la impresión errónea de que los niños de primer grado “saben leer”, lo que conduce a la desatención de la enseñanza de la lectura en grados escolares posteriores. Los datos son alarmantes: según la prueba PISA 2022, los estudiantes mexicanos de 15 años están 13 por ciento por debajo del promedio global y 24 por ciento por debajo del país con el mejor desempeño en comprensión lectora. Un estudio de la Universidad Iberoamericana señala que el 70 por ciento de los niños de primaria no entienden lo que leen.
La lectura de textos complejos como ensayos, narrativas, poesía y filosofía requiere manejar diversas representaciones mentales derivadas de la percepción, el pensamiento, la memoria y otras operaciones cognitivas. También implica procesar diferentes niveles del lenguaje: léxico, ortografía, fonología, morfología, sintaxis, semántica, texto y pragmática. El aprendizaje de estos elementos lingüísticos debe ser enseñado y aprendido a través de la actividad lectora.
Es poco atractivo leer textos que no se relacionan con la realidad propia; son difíciles de entender debido a la falta de dominio de los diferentes niveles del lenguaje y de las representaciones mentales necesarias para apropiarse de ellos. Por lo tanto, la lectura, aunque es un maravilloso pasatiempo, es mucho más que eso. Es una forma de entrenar nuestro cerebro para procesar, entender y disfrutar lecturas cada vez más complejas, y para construir nuestro pensamiento.
Los promotores de la lectura suelen referirse al “gusto por la lectura” como si fuera un bien de consumo similar al “gusto por los zapatos” o los “coches”. Sin embargo, el verdadero “gusto por la lectura” se logra cuando el lector se apropia del contenido de los libros y percibe la transformación de su pensamiento. Estudios sobre la cognición de personas analfabetas muestran que varios dominios cognitivos difieren de los de personas lectoras competentes, destacando habilidades como el lenguaje, la memoria, las habilidades visoespaciales y, sobre todo, las habilidades metalingüísticas.
Para una persona analfabeta es imposible descomponer una palabra hablada en sus fonemas o transformar palabras al cambiar un sonido por otro, habilidades que dependen del acceso al lenguaje escrito. La lectura y la escritura permiten la entrada al mundo de las metarrepresentaciones, donde el lenguaje escrito se convierte en una actividad metalingüística que abre las puertas al pensamiento abstracto.
Es esta capacidad de abstracción la que ha permitido a la humanidad inventar máquinas voladoras, poner un pie en la luna y desarrollar inteligencia artificial. La lectura, por tanto, es mucho más que un pasatiempo agradable; es nuestra puerta de acceso a niveles de pensamiento insospechados y a la capacidad de materializar lo abstracto, llevando al ser humano a alcanzar nuevas fronteras del conocimiento y la creatividad.