Dignidad y justicia para Pasta de Conchos
Napoleón Gómez Urrutia
El 19 de febrero de 2006 es una fecha que quedó marcada indeleblemente en la memoria de México. Ese día, una tragedia más golpeó el corazón de la industria minera, cuando un derrumbe en la mina de Pasta de Conchos, Coahuila, sepultó a 65 valientes mineros bajo toneladas de roca y escombros. Desde entonces, sólo dos cuerpos fueron recuperados, y los demás quedaron atrapados en una tumba de olvido y desidia. Durante 18 largos años, las familias de estos mineros han vivido con la angustia y el dolor de no poder dar un entierro digno a sus seres queridos. A pesar de los numerosos obstáculos y la indiferencia de las administraciones pasadas, la lucha por el rescate de estos hombres nunca cesó.
Esta lucha fue sostenida por el Sindicato Nacional de Mineros, que me honro en presidir, las viudas y familiares, así como los propios trabajadores, quienes con valentía y determinación mantuvieron viva la esperanza y exigieron justicia. En 2018 empezó un nuevo capítulo en la lucha por la justicia en Pasta de Conchos. El presidente Andrés Manuel López Obrador se comprometió públicamente a no abandonar la causa de las familias afectadas y a garantizar la recuperación de los cuerpos de los mineros atrapados. Cumpliendo con su promesa, hace cuatro años anunció que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se haría cargo de las labores de rescate. A pesar de los numerosos desafíos y las barreras políticas que algunos intentaron imponer durante su gobierno, hace unos días se lograron los primeros hallazgos de los cuerpos en la mina. Este avance no sólo es un hito significativo en la recuperación de los restos de los mineros, sino que también representa un acto de profunda justicia y humanidad. Es un momento que honra la memoria de aquellos que perdieron la vida en esa tragedia y da consuelo a las familias que han soportado tanto sufrimiento. Sin embargo, no podemos ni debemos pensar que la justicia está completamente restaurada. Es crucial recordar que este siniestro no fue un simple accidente, sino un “homicidio industrial”.
La tragedia de Pasta de Conchos fue producto de la negligencia, la arrogancia, la estupidez y el incumplimiento de normas de seguridad e higiene por parte de los responsables de la mina, propiedad de Germán Larrea, el segundo hombre más rico de México. Esta negligencia costó la vida de 65 trabajadores y dejó un legado de dolor e injusticia. Por tanto, las labores de rescate son sólo el primer paso. Ahora, la verdadera justicia debe seguir su curso. Germán Larrea y los responsables de la empresa deben ser llevados ante la ley y rendir cuentas por sus acciones. No podemos permitir que la riqueza y el poder compren impunidad. La muerte de estos mineros no debe quedar sin castigo, y aquellos que permitieron que sucediera tienen que enfrentar las consecuencias. Es igualmente lamentable que durante todo este proceso, los expertos en rescate del Sindicato Nacional de Mineros hayan sido ignorados y marginados. Fueron ellos quienes, en unidad, mantuvieron viva la causa y apoyaron a las familias en sus momentos más oscuros, mientras las administraciones anteriores los dejaron abandonados. Su experiencia y compromiso deberían haber sido fundamentales en este proceso, y su exclusión es una injusticia que también debe ser rectificada.
Con Claudia Sheinbaum, recientemente electa para continuar la Cuarta Transformación, es imperativo que esta nueva administración siga los caminos de la justicia en este y en todos los demás casos de injusticia laboral. La herida social producida por la tragedia de Pasta de Conchos es profunda y duradera. Las vidas perdidas son invaluables y no pueden ser devueltas, pero la justicia puede ofrecer un camino hacia la paz y la sanación. El compromiso con la justicia y la dignidad de los trabajadores debe ser una prioridad en esta nueva era. La promesa de López Obrador de rescatar a los mineros de Pasta de Conchos fue un paso significativo hacia esa justicia. Ahora, es nuestra responsabilidad colectiva asegurar que esta promesa se cumpla en su totalidad y que los responsables enfrenten las consecuencias de sus actos. Solo así podremos empezar a sanar las heridas abiertas por esta terrible tragedia y honrar verdaderamente la memoria de los valientes mineros de Pasta de Conchos.