Joven organillero rescata el tradicional sonido de este instrumento al rondar por las calles de Tecpan
Rodolfo Valadez
Un sonido, que es tradicional en nuestro país, se escuchó en las calles que rodean al mercado municipal de Tecpan. Se trataba de un organillero, personaje poco común por esta región. Sin embargo, la melodía que generaba la caja que manipulaba Uriel Benítez Hernández, agradaba a la gente que pasaba junto a él. El joven es oriundo de la Ciudad de México y sobre sus hombros lleva uno de los instrumentos musicales más tradicionales del país, pero que poco a poco van quedando menos con el paso de los días. El organillo es un instrumento de tubos con un sonido muy peculiar y México es uno de los últimos lugares donde el oficio de organillero aún se practica. Con su instrumento en hombros, Uriel Benítez, según contó, ha visitado Puebla, Cuernavaca, Tlaxcala, Querétaro, Oaxaca, Morelia y en Guerrero, Chilpancingo, Iguala, Taxco y Acapulco, donde destacó que percibió mucho ánimo en la población, a pesar del desastre causado por el paso del huracán Otis. Junto con su esposa, Uriel Benítez recorre las ciudades de Guerrero para intercambiar con la población la música de su instrumento por monedas y billetes como forma de trabajo. Consultado mientras accionaba su organillo frente al mercado, contó que su labor se basa en la forma de trabajo que inició en la capital del país la casa Wagner y Levien de rentar sus organillos a las personas que quisieran ganar algo de dinero tocándolo en plazas públicas. “Considero este oficio como extravagante, pues a pesar de que se trata de música que la gente identifica de inmediato, en lugares como Tecpan no es común ver a un organillero”, asentó. El origen del organillo conocido en el país es alemán. Sus creadores son los miembros de una familia de migrantes alemanes que se instalaron en México y fundaron la casa de instrumentos musicales Wagner y Levien, destacado principalmente por la gran calidad de sus pianos, lo que los situó en los registros de la historia musical de México. A ellos se les atribuye la creación del órgano de tubos u organillo, mejor conocido como organillo. Dicha práctica sirvió para que, al menos, en México pudieran sobrevivir por décadas, incluso después de que Alemania dejara de fabricarlos. De acuerdo con datos históricos, Pomposo Gaona fue una persona que llegó a adquirir cerca de 250 organillos en México, al fallecer, sus descendientes continuaron con esta tradición y fueron ellos los que le añadieron las melodías populares mexicanas como Cielito Lindo, La Cucaracha o La Llorona. En la actualidad, sólo en tres países se practica el oficio de organillero: Chile, Argentina y México, y cada vez son menos las personas que lo realizan. A pesar de esto, México es el que más tiene arraigada esta tradición.