Feliciano Antonio Mata, el último talabartero que queda en Tecpan
Su taller se encuentra en una pequeña casa ubicada en el barrio de La Capilla
Rodolfo Valadez
En una pequeña casa ubicada en el barrio de La Capilla, a orilla de la carretera federal Acapulco-Zihuatanejo, está el taller de Feliciano Antonio Mata, el último talabartero que hay en Tecpan.
En la entrada de la diminuta vivienda hay colgadas cuartas, sillas de montar, fundas para machete, cuchillos y otros objetos más, hechos de piel que el hombre trabajó y ofrece a la venta a la ciudadanía.
A pesar de que el oficio de curtir la piel ha ido a la baja, debido principalmente a la aparición de artículos hechos con materiales sintéticos, el hombre asegura que continúa siendo redituable porque aún hay personas que buscan sus creaciones.
Los últimos 42 años de su vida, Feliciano Antonio los ha dedicado al oficio de la talabartería, al cual decidió ocuparse cuando tenía 30 años, después de trabajar como albañil. Después de contraer matrimonio, fue su suegro el que le mostró el oficio. Primero vendió productos de piel que traía de Morelia, Michoacán, y poco tiempo después tomó la determinación de aprender por su cuenta el oficio y ser él el que fabrique los objetos, según contó.
Consultado en su taller, dijo que años atrás la talabartería era una actividad popular en los pueblos, principalmente porque en ellos era común el uso de caballos, mulas y burros para la carga o el trabajo en el campo. Sin embargo, con la llegada de los vehículos de motor y los materiales sintéticos paulatinamente los productos hechos por él fueron a la baja y por ende el número de talabarteros se redujo sustancialmente de entre la población.
Algunos artículos periodísticos relacionados con el tema señalan que a mediados del siglo XX los talabarteros empezaron a verse afectados por la creciente industrialización.
El arte de la talabartería existe desde tiempos inmemoriales cuando el hombre se valía del cuero para su protección, y luego vio en éste el proceso de curtido para transformarlo, de ahí aumentó la necesidad de suplir la vestimenta, el calzado, los medios de conservación, y el utillaje relacionado con los elementos de los campesinos.
Actualmente, Feliciano Antonio presume ser el último talabartero que queda en Tecpan, y asegura que continuará en ese oficio hasta que Dios se lo permita, y que mientras haya clientes que pidan sus trabajos se mantendrá en el oficio.