Turisteros de la playa Revolcadero, en alerta por crecimiento de la corriente marítima
Algunos locatarios esperan que la marea baje a finales de noviembre
Héctor Briseño
Lo que mantiene la alerta entre los prestadores de servicios de la playa Revolcadero es cuándo va a disminuir la corriente marítima del Pacífico mexicano, que se mantiene incesante 250 metros arriba de su nivel normal, en promedio, de su estadía regular.
El agua de mar en la playa de Revolcadero pelea ahora por un espacio entre los restos de decenas de locales derribados, así como los baños, postes, cables y palmeras que se aferran aún a la vida unidas a grandes raíces secas extraídas de los camellones, y el agua de la laguna Negra de Puerto Marqués.
Algunos locatarios pusieron como fecha límite a finales de noviembre para que la marea baje, de lo contrario “ya valimos…”.
La principal preocupación es estar listos para trabajar y recibir al turista en la temporada invernal de vacaciones.
La mañana de ayer jueves acudió al área de playa Revolcadero una comitiva de funcionarios de los tres órdenes de gobierno, luego del bloqueo mayor a cinco horas realizado el miércoles por comerciantes de la franja de arena, para constatar en un recorrido las necesidades más apremiantes para alrededor de 600 familias, concesionarios y prestadores de servicios turísticos en general, quienes dependen directamente de los ingresos generados por el turismo.
Pero la franja de arena, reducida al límite desde el paso del huracán Otis, que devastó Acapulco el pasado 25 de octubre, desapareció por completo con el paso de John, y el mar simplemente no cede.
La lluvia generada por el huracán John, superior a los 900 milímetros, sumada a la intensidad de los afluentes del río de La Sabana y la saturación de la laguna Negra de Puerto Marqués, destruyó el corazón de Revolcadero como balneario de playa, su parián, sus pasillos de acceso y salida, su estacionamiento, sus colores y su futuro, establecimientos que apenas se recuperaban tras el paso de Otis, fueron arrasados ahora por la súbita inundación, derivada de las lluvias de John, del 23 al 27 de septiembre pasado.
“Lo que nos preocupa es trabajar”, insistieron portavoces de comerciantes y restaurantes de Revolcadero ante las autoridades, a quienes recalcaron que merecen ser ayudados, pues además de damnificados, son contribuyentes que pagan sus permisos federales anualmente.
Explicaron que son 19 concesiones para restaurantes frente a la franja de arena y una más utilizada por dos cooperativas, las que ahora se encuentran en el limbo, además de 60 locales del parián y otros establecimientos de comida ubicados en el acceso, ahora destruido.
“¿De qué vamos a vivir si no tenemos salario?”, mencionó Arely Palma Sandoval, representante del parián de Revolcadero, y puntualizó que su principal mercado es el turismo nacional, regional y local.
Advirtió que “no somos grandes empresarios, son negocios familiares”, y criticó el trato recibido por los Servidores de la Nación.
El delegado de los programas federales en Guerrero, Iván Hernández Díaz, explicó que en su caso, el tema más inmediato a tratar por la Secretaría de Bienestar es el censo por los daños sufridos por John, en el caso de Revolcadero, como prestadores de servicios.
También participaron enviados de la Secretaría de Turismo estatal y la Dirección de Gobernación municipal.