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Sociedad y Justicia El Guerrero 1 noviembre, 2022 (Comentarios desactivados) (380)

El niño Raulito, la leyenda del pequeño que concede milagros en el panteón de San Francisco

Darío Lagunas

Ubicada en el panteón San Francisco de Asís, se encuentra una de las tumbas más socorridas por creyentes de la leyenda del niño Raulito González, un pequeño que nació en el puerto en el año de 1932 y falleció 10 meses después, cuando corría el año de 1933.

La tumba del niño Raulito González permaneció olvidada desde aquel entonces, y no fue sino hasta hace 21 años, en el año 2001, que el lugar donde reposan sus restos cobró relevancia tras el conocimiento del arribo de una familia de origen atoyaquense, con una hija desahuciada, para pedir en su desesperación al niño Raulito que intercediera para curar el padecimiento cardíaco de su hija.

En este sitio, donde reposan los restos del niño Raulito, hay decenas de muñecos, carritos y pelotas que llenan la tumba de este niño, el cual falleció el 2 de febrero de 1933, y está enterrado junto a su hermano Elivier, quien murió cinco meses después.

De acuerdo a lo narrado por la Sra. Susana Curiel García, administradora en aquel entonces del Panteón San Francisco de Asís, al inicio de las manifestaciones de fe, alrededor de la historia del niño Raulito, la tumba se encontraba completamente abandonada, la cual a través de los años ha sido reconstruida y adornada con cientos de juguetes, en agradecimiento por los favores recibidos de los creyentes.

Ha sido tanto el crecimiento de la fe, en las manifestaciones milagrosas del niño Raulito, que incluso personas desconocidas vienen de todos los puntos del país para pedirle favores, realizarle misas, y dejar juguetes, creando un ambiente diferente en esta tumba que data desde hace 89 años, en el lugar de descanso más antiguo de Acapulco.

Durante muchos años se creyó que los juguetes en este sitio eran desordenados por el ánima del niñito fallecido y su hermano, aunque de acuerdo a versiones de lugareños, son los mismos visitantes que en ocasiones no pueden acceder al camposanto, quienes desde afuera avientan los juguetes sobre la barda del panteón, en dirección a la tumba, lo que por muchos años generó la idea de que por las noches, el alma de este pequeño y su hermanito menor jugaban con los regalos que la gente dejaba en el sitio.