Rodolfo Valadez Luviano

Para el cococultor, José Juan Rumbo Sánchez, el coco sigue siendo negocio, como lo ha sido para la gente de la Costa Grande en los últimos 70 años, a pesar de que muchas personas han optado por otros cultivos, la actividad coprera sigue dentro de las más importantes en la región.

Abundó que aunque mucha gente decidió cultivar mango o plátano, alentada por la demanda en los mercados nacionales e internacionales, el coco no ha dejado de ser negocio y se mantiene como una de las actividades económicas más importantes para la gente de la Costa.

Sin embargo, reconoció que el trabajo ya no es como antes porque se modificó, debido a la demanda de los compradores e industriales que hoy buscan aprovechar todos los derivados de esa fruta y no desperdiciar nada, a diferencia de años atrás en que el trabajo se basaba solamente en la producción de aceite de coco a través del procesamiento de la copra.

El cambio en la demanda, agregó, generó también que los que trabajan y dependen del coco modificaran su manera de laborar, con el propósito de adaptarse a las necesidades que expresan los compradores, los cuales, repitió, actualmente no quieren desaprovechar ningún derivado del coco, de tal forma que de la carne se fabrican champús y jabones, de la concha se extrae el aceite y se hace carbón activado, en tanto que el bonote o la cáscara del coco es la materia prima para la elaboración de sustratos muy usados en la agricultura y para la elaboración de fertilizantes.

Rumbo Sánchez rechazó que el trabajo con el coco haya perdido fuerza con el paso de los años, solamente se modificó, aseguró, al tiempo que sostuvo que se trata aún de una actividad económica que sigue siendo la base para cientos de familias en las dos costas de Guerrero, y para la cual, llamó a las autoridades del gobierno del estado y federal para que aprueben recursos para apoyar a los copreros del país y en especial de Guerrero, por ser uno de los principales productores de coco en el país.